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21. Estudio de caso: pérdida de fe en Cristo y de la capacidad exorcística

 

Tiempo atrás, durante un período que pudo durar aproximadamente un mes, entré en un proceso de pérdida de la capacidad exorcística. Después de las sesiones de liberación los pacientes no quedaban libres, o al menos no totalmente.

 

Este período coincidió con un momento en el que mi fe en Cristo entró en un proceso de debilitamiento progresivo. No entendía por qué, pues ya llevaba mucho tiempo practicando la defensa y liberación espiritual, el suficiente como para haber comprobado mil veces que la clave para que esta sea posible es la invocación a la Santísima Trinidad. 

Yo no quería que me pasara eso, pero a pesar de todo y sin poder evitarlo, sentía que la fe se me iba apagando poco a poco. 

 

Algo que también me intrigaba era que la fe en el Padre y en el Espíritu Santo permanecían fuertes, el debilitamiento me pasaba solo con relación a Cristo.

 

Una paciente a la que venía haciéndole sesiones de liberación recurrentes me comentó que en los últimos tiempos, los resultados “no estaban siendo lo mismo”. Por ejemplo, entre varios otros síntomas, esta llevaba muchos días sintiendo un dolor de cabeza persistente, que le duraba todo el día. Las sesiones lo disminuían un poco, pero luego volvía con toda intensidad. También me dijo que después de los procedimientos acostumbraba a dormir bien y que ahora dormía mal.

 

Un día le realicé una de las sesiones de liberación más duras y prolongadas que le haya practicado nunca a nadie, pero a pesar de que hice todo lo que estaba a mi alcance no quedó totalmente liberada.

 

Y por la noche tuvo esta pesadilla: 

 

Soñó que los dos estábamos en la sala donde la atendía. Yo tenía en las manos dos serpientes negras con alas de murciélago y las trataba con amor y cariño. Ella se exasperaba porque sabía que eran malignas, peligrosísimas.

 

Mi lectura de esto es que su inconsciente captó que, en ese momento, yo estaba lidiando con el mal encontrándome en un estado de vulnerabilidad.  

 

Ahí ya comprendí que esa pérdida de capacidad exorcística debía estar directamente relacionada con la de la fe en Cristo, así que, de entrada, hice lo primero que sé que uno ha de hacer cuando pierde la fe: pedírsela al mismo Dios, pues hasta la fe es algo que no podemos tener si Él no nos la da.

 

También hice otras cosas, como releer diversas fichas de pacientes —aquellas que relataban los casos más fuertes y donde la acción de Dios se revelaba de un modo más pragmático—.

 

Además, entré de modo intenso en una relectura de textos de las escrituras que pudieran ayudarme a fortalecer la fe. Sobre estas, algo que me dejaba intranquilo era saber qué interpretar como hecho histórico o como imagen simbólica. 

 

Por si le es de ayuda a alguien, quisiera recordar ahora varias ideas que entonces me ayudaron. 

 

Por ejemplo, que la imagen de Cristo que nos muestra la Biblia es uno de los mayores misterios con que podamos depararnos, que es imposible descifrarla al completo porque una pequeña criatura como es el ser humano no va a tener nunca cómo comprender la inmensidad del Creador, aunque podemos conocerlo por sus efectos sobre nosotros y por las partes de sí que nos muestra de modo adaptado a nuestra capacidad de percibirlo. 

 

Expresando esta idea mediante una metáfora moderna, podemos comparar a Cristo con una central nuclear que lleva la energía eléctrica a nuestra casa. Como ciudadanos comunes, conocer del todo la complejidad de su naturaleza va a estar muy lejos de nuestras capacidades, como mucho vamos a conocer una parte de ella, pero esto no va a cambiar el hecho de que la energía que recibimos en nuestra casa dependa de su existencia.

 

Entonces, por supuesto que buena parte de lo que narran los Evangelios sobre Cristo no habrá nunca cómo descifrarlo, qué eventos —sobrenaturales o no— son históricos o cuáles revelan el conocimiento de Dios mediante metáforas o alegorías. Pero lo que sí seguiremos captando y viviendo siempre es la realidad del Cristo espiritual, pues tanto nosotros como Él estamos aquí y ahora.

 

Por cierto, en un momento de oración en el que meditaba sobre esta crisis de fe me llegó el siguiente mensaje mental: “No te preocupes, esto es algo que se fortalece”.

 

Otro ángulo desde el que quiero abordar el tema es el de las influencias psíquicas y espirituales externas.

 

Ya se trate de seres espirituales negativos o de viajeros astrales, estos ven en el exorcista una amenaza y, por supuesto, van a estar siempre en la labor de buscar cualquier medio, del más frontal al más sutil, para anularlo.

 

También pienso que, por el hecho de vivir en nuestro mundo actual, tan desconectado de Dios, la simple exposición a la gran red de lazos psíquicos colectivos —con su inmensa variedad de mensajes que apartan de Dios— ya puede debilitar de por sí nuestra fe. Para mí, esto tiene sentido especialmente en el momento de crisis que narro aquí, pues en aquella época mi conocimiento sobre los lazos era mínimo y los procedimientos que utilizaba para lidiar con ellos mucho más rudimentarios.

 

Pensando sobre las Personas de la Trinidad en el contexto del exorcismo, imagine que tenemos un edificio donde estas sean sus tres columnas principales de sustentación. Si una de ellas falla, el edificio entero se derrumba, y algo que perfectamente pueden hacer los agresores espirituales es intentar influirnos para debilitar en nosotros la fe en ellas.

 

Ya concluyendo, decir que el fin de este proceso terminó no solo con la recuperación sino con un desarrollo aún mayor de mi fe en Cristo, y una vez recuperada, mi capacidad exorcística volvió con fuerza total. 

 

A la paciente mencionada aquí, la volví a atender unos días después y la liberación fue del 100%. Conseguí liberarla con solo una tanda de oraciones, esto es, con el esfuerzo mínimo necesario para ello.

 

Me ha parecido especialmente adecuado contar este proceso porque pienso que ilustra muy bien dos ideas importantes:

 

- Que la fe de quien se preocupe por cultivar la defensa espiritual puede ser puesta a prueba, pero se trata de momentos que, con la ayuda de Dios, pueden y deben ser superados.

 

- Que, en efecto, la capacidad exorcística no proviene de meras capacidades psíquicas humanas. Es algo que se nos concede desde lo Alto y que así como se nos da, nos puede ser retirado.  

 

Y aprovecho para finalizar con esta última reflexión:

 

Ver la manifestación del mal puede ser, sí, en ocasiones, impresionante.

 

Sin embargo, ¿sabe usted qué es infinitamente más impresionante? 

 

Ver la potencia de Dios en acción cuando neutraliza al mal.

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