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Sobre el momento de mi consagración a la tarea de exorcista

Como cristiano hace años que me dedico a la tarea de ir conociendo las cosas del mundo espiritual, entre las que se encuentra la naturaleza de los entes negativos y las oraciones para protegerse de ellos, aunque jamás se me pasó por la cabeza atreverme a hacer algo como un exorcismo. Si bien, en un momento dado, el Señor permitió que mi esposa, mi hija y yo empezáramos a recibir ataques espirituales especialmente intensos y recurrentes. Así, por ejemplo, en un instante y sin ningún motivo, a mi esposa y a mí nos empezaban a venir terribles pensamientos de odio del uno hacia el otro, pensamientos de suicidio, inexplicables sentimientos depresivos, etc., pero las oraciones de protección personal que hacíamos nos iban permitiendo superar cada uno de estos episodios. 

 

Sin embargo, el problema realmente serio se dio con nuestra hija, que en la época tenía unos dos años y medio, pues no tenía edad para protegerse sola y comenzó a sufrir episodios de posesión de una gran violencia. En los ataques empezaba a gritar horriblemente, a retorcerse en el suelo contorsionándose como una araña, a golpear todo cuando quedaba a su alcance, reduciendo su cuarto a una zona de guerra, si la bendecíamos con agua bendita se ponía más furibunda, y ante nuestras oraciones pidiendo protección para ella repetía incesantemente: “No quiero oración, no quiero oración, no quiero oración…”. Dios respondía a nuestras peticiones y nos ayudaba, pero hasta que conseguíamos que la furia del ataque parase podía pasar hasta una hora.

 

Después de varios de estos momentos, desesperado, sentí que tenía que hacer algo más, así que busqué un libro cristiano de exorcismos y me dije a mí mismo: “Yo no sé qué pasará aquí, pero algo tengo que hacer...”. Apliqué el ritual y, ¡funcionó!. Luego, la primera vez que lo ejecuté en mi esposa, soñó en aquella misma noche que estando los tres juntos nos envolvía como un huevo de una luz preciosa, amarilla, y una voz le dijo: “No tendréis que preocuparos más con la protección espiritual...”.

 

Pero, entro ya en el episodio que me llevó a consagrarme a esta tarea:

 

Un día, mi hija sufrió uno de los ataques más violentos que jamás haya visto, digno de las películas de terror de Hollywood. Mi esposa y yo nos encerramos en su cuarto con ella y empecé a hacer el ritual de liberación, pero pasó el tiempo, agoté todo lo que sabía hacer y la violencia no cesaba, llegué incluso a agotar mis energías físicas. Entonces, le dije a Dios: ¨Padre, por tu amor, dime qué tengo que hacer...” y me vino el siguiente mensaje mental: “Arráncalo desde arriba”. Así, con mi hija sentada en el suelo, acompañando a la oración de liberación hice un movimiento con mis manos como arrancando al ente que estaba en la niña desde arriba, lo entregué y ahí fue que el ataque paró en seco. La niña se serenó y nos quedamos todos abrazándonos, mi esposa y yo deshechos en lágrimas.

 

Mi esposa le preguntó entonces a la niña: “¿Qué te ha pasado? ¿Por qué estabas así?”, y nuestra hija respondió: “Había muchos monstruos, pero papá los ha echado”.

 

Unos minutos más tarde, ya estando solo, me puse en oración para agradecer. Estaba sereno, pero desde la calma me nació un impulso como muy firme, el impulso de dirigirme al Arcángel San Miguel y decirle: “Desde ahora me consagro a ti. Si me quieres para esta tarea, aquí estoy”.

 

Nota: Este fue el penúltimo ataque espiritual violento que mi hija sufrió, el último ya fue, Dios mediante, algo mucho más leve.

 

 

Isidro Jordá

Ir a: Introducción del libro 1

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